Todo es vanidad y atrapar vientos

viernes, 13 de enero de 2012

El año del diluvio



Hoy comparto con ustedes esta película española que me gustó mucho. Muy buena historia y muy buenos actores. Les dejo la sinopsis y algunas imágenes. Si tienen la oportunidad, veanla.


El año del diluvio

Sor Consuelo (Fanny Ardant) es la superiora de un hospital de una orden de religiosas dedicadas a la medicina caritativa. Uno de sus proyectos es transformar el destartalado y casi inútil hospital del pueblo en un moderno asilo de ancianos dotado de las últimas infraestructuras. Pero para llevarlo a cabo necesita financiación. Es entonces cuando la decidida monja toma la determinación de visitar a un rico terrateniente llamado Augusto Aixelá (Darío Grandinetti). A este señorito de campo con fama de mujeriego le hace gracia la determinación y ambición de la Superiora, y decide ayudarla abogando por su proyecto en los altos círculos del gobierno que frecuenta en Madrid. Es así como Sor Consuelo inicia una relación económica prometedora con Aixelá. Pero sus continuos encuentros provocan una proximidad que acabará derivando en una atracción pasional y tormentosa cuyo recuerdo perdurará hasta el final de sus días.










jueves, 12 de enero de 2012

En que describe racionalmente los efectos irracionales del Amor

Un bellísimo poema, de una genial escritora, es lo que elegí para el inicio de este blog. Espero lo disfruten, como espero que disfruten cada una de las cosas que encuentren en el blog. Los saluda, Luciana. 


En que describe racionalmente los efectos irracionales del Amor

Este amoroso tormento 
que en mi corazón se ve, 
sé que lo siento, y no sé 
la causa por que lo siento. 

Siento una grave agonía  
por lograr un devaneo 
que empieza como deseo 
y para en melancolía. 

Y cuando con más terneza 
mi infeliz estado lloro,  
sé que estoy triste e ignoro 
la causa de mi tristeza. 

Siento un anhelo tirano 
por la ocasión a que aspiro 
y cuando cerca la miro  
yo misma aparto la mano. 

Porque si acaso se ofrece 
después de tanto desvelo, 
la desazona el recelo 
o el susto la desvanece.  

Y si alguna vez sin susto 
consigo tal posesión, 
cualquiera leve ocasión 
me malogra todo el gusto. 

Siento mal del mismo bien  
con receloso temor, 
y me obliga el mismo amor 
tal vez a mostrar desdén. 

Cualquier leve ocasión labra 
en mi pecho de manera 
que el que imposibles venciera 
se irrita de una palabra. 

Con poca causa ofendida 
suelo en mitad de mi amor 
negar un leve favor 
a quien le diera la vida. 

Ya sufrida, ya irritada, 
con contrarias penas lucho, 
que por él sufriré mucho 
y con él sufriré nada. 

No sé en qué lógica cabe 
el que tal cuestión se pruebe, 
que por él lo grave es leve 
y con él lo leve es grave. 

Sin bastantes fundamentos 
forman mis tristes cuidados, 
de conceptos engañados, 
un monte de sentimientos. 

Y en aquel fiero conjunto 
hallo, cuando se derriba, 
que aquella máquina altiva 
sólo estribaba en un punto. 

Tal vez el dolor me engaña, 
y presumo sin razón 
que no habrá satisfacción  
que pueda templar mi saña. 

Y cuando a averiguar llego 
el agravio por que riño, 
es como espanto de niño 
que para en burlas y juego. 

Y aunque el desengaño toco, 
con la misma pena lucho 
de ver que padezco mucho 
padeciendo por tan poco. 

A vengarse se abalanza 
tal vez el alma ofendida 
y después arrepentida 
toma de mí otra venganza. 

Y si al desdén satisfago 
es con tan ambiguo error  
que yo pienso que es rigor 
y se remata en halago. 

Hasta el labio desatento 
suele equívoco tal vez, 
por usar de la altivez,  
encontrar el rendimiento. 

Cuando por soñada culpa 
con más enojo me incito, 
yo le acrimino el delito 
y le busco la disculpa.  

No huyo el mal ni busco el bien, 
porque en mi confuso error 
ni me asegura el amor 
ni me despecha el desdén. 

En mi ciego devaneo, 
bien hallada con mi engaño, 
solicito el desengaño 
y no encontrarlo deseo. 

Si alguno mis quejas oye, 
más a decirlas me obliga, 
porque me las contradiga, 
que no porque las apoye. 

Porque si con la pasión 
algo contra mi amor digo, 
es mi mayor enemigo 
quien me concede razón. 

Y si acaso en mi provecho 
hallo la razón propicia, 
me embaraza la injusticia 
y ando cediendo el derecho. 

Nunca hallo gusto cumplido, 
porque entre alivio y dolor 
hallo culpa en el amor 
y disculpa en el olvido. 

Esto de mi pena dura  
es algo del dolor fiero 
y mucho más no refiero 
porque pasa de locura. 

Si acaso me contradigo 
en este confuso error, 
aquel que tuviese amor 
entenderá lo que digo.



Sor Juana Inés de la Cruz ~